MONICION AMBIENTAL
M. La Palabra de
este domingo nos presenta el camino para llegar a la comunión con la santísima
Trinidad, es decir, a la salvación: a través de la persona de Jesucristo. Él es
la puerta estrecha por la que todos hemos de entrar para llegar a la gloria del
cielo. Hemos de imitar su ejemplo y su vida ayudados por la fuerza de su
Espíritu para ser sus testigos ante todos los pueblos.
ORACION COLECTA
Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles
en un mismo deseo, inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza
en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros
corazones estén firmes en la verdadera alegría.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El profeta
Isaías vaticina el momento en que Dios reúne a todos los pueblos de la tierra
para que vean su gloria en Jerusalén y la anuncien a todas las naciones.
Lectura del libro
de Isaías 66,18-21
Así dice el Señor:
“Yo vendré para
reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una
señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis,
Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi
fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todos los
países, como ofrenda al Señor, traerán a vuestros hermanos a caballo y en
carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén
―dice el Señor―,
Como los israelitas, en vasijas puras, traen
ofrendas al templo del Señor.
De entre ellos
escogeré sacerdotes y levitas”
―dice el Señor―.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 116,1.2 (R.: Mc 16,15)
M. Con el salmo
116 la Iglesia nos invita a responder a nuestra vocación evangelizadora,
diciendo: R/. Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/. Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio.
Firme es su
misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a
los Hebreos san Pablo nos exhorta a dejarnos corregir por el Señor para
alcanzar una vida honrada y en paz.
Lectura de la carta a los Hebreos 12,5-7.11-13
Hermanos:
Habéis olvidado la
exhortación paternal que os dieron:
― “Hijo mío, no
rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el
Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.”
Aceptad la
corrección, porque Dios os trata como hijos, pues, ¿Qué padre no corrige a sus
hijos?
Ninguna corrección
nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por
ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz.
Por eso,
fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por
una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
Palabra de
Dios.
M. San Lucas
relata el momento cuando se le pregunta a Jesús sobre si son pocos los que se
salvan. El Señor nos invita a entrar por la puerta estrecha del don sincero de
nosotros mismos a Dios y a los hermanos, a entrar por Cristo e imitarlo.
ACLAMACION ANTES
DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 14,6
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida
―dice el Señor―;
Nadie va al Padre,
si no por mí.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30
En aquel tiempo,
Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
― “Señor, ¿serán
pocos los que se salven?”
Jesús les dijo:
― “Esforzaos en
entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentaran entrar y no
podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis
fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
“Señor, ábrenos”;
Y él os replicará:
“No sé quiénes
sois.”
Entonces
comenzaréis a decir.
“Hemos comido y
bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
Pero él os
replicará:
“No se quienes
sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces será el
llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a
todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y
vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en
el reino de Dios.
Mirad: hay últimos
que serán primeros, y primeros que serán últimos.”
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 543-546: todos los hombres estamos
llamados a entrar en el Reino de Dios
CEC 774-776: la Iglesia, sacramento universal
de la salvación
CEC 2825-2827: seguir la voluntad del Padre
para entrar en el Reino de los cielos
CEC 853,
1036, 1344, 1889, 2656: el camino estrecho
774 La
palabra griega "mysterion" ha sido traducida en latín por dos
términos: "mysterium" y "sacramentum". En la
interpretación posterior, el término "sacramentum" expresa mejor el
signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término "mysterium".
En este sentido, Cristo es El mismo el Misterio de la salvación: "Non est
enim aliud Dei mysterium, nisi Christus" ("No hay otro misterio de
Dios fuera de Cristo") (San Agustín, EP 187,34). La obra salvífica
de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se
manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de
Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos
son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo
distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su
Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia invisible que ella
significa. En este sentido analógico ella es llamada "sacramento".
775 "La Iglesia es en
Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y
de la unidad de todo el género humano "(LG 1): Ser el sacramento de
la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la
comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el
sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada
en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y lengua"
(AP 7,9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento"
de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.
776 Como
sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo
"como instrumento de redención universal" (LG 9),
"sacramento universal de salvación" (LG 48), por medio del
cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de
Dios al hombre" (GS 45,1). Ella "es el proyecto visible del
amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, discurso 22 junio 1973) que
quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en
un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu
Santo" (AGD 7 cf. LG 17).
HERMENÉUTICA BÍBLICA DE LA FE
Ante
la pregunta si son pocos los que se salvan, aunque Jesús no responde
directamente, por el contexto inmediato y neotestamentario entendemos que sí.
“El Señor confirmó lo que oyó, esto es, que son pocos los que se salvan, porque
entran pocos por la puerta estrecha” (San Agustín). Sin embargo, el Señor se
fija más en el modo para salvarse que en el número, invitándonos a la
radicalidad evangélica del sacrificio y la lucha. De este modo su respuesta
supone una dimensión personal, moral y ascética. Se trata de “luchar con toda
fuerza, sin parar, y con firmeza de orientación” (San Juan Pablo II).
El
decidirse con sabiduría por este camino hacia la eternidad tiene una
contraparte atractiva, que invita a seguirlo, “cuando tomamos una cosa con
gusto, la consideramos ligera, por muy pesada que sea. Y si bien es verdad que
el camino de la salvación es estrecho a la entrada, sin embargo, por él se
llega a la mayor anchura” (San Juan Crisóstomo). Por otra parte, “la puerta
estrecha significa los trabajos y la paciencia de los santos. Así como la
victoria atestigua el valor del soldado en las batallas, así también se hace
preclaro el que sufre los trabajos y las tentaciones con paciencia
inquebrantable” (San Cirilo).
La
puerta estrecha “es ante todo la aceptación humilde, en la fe pura y en la
confianza serena, de la palabra de Dios, de sus perspectivas sobre nuestras
personas, sobre el mundo y sobre la historia; es la observancia de la ley
moral, como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien superior
que realiza nuestra felicidad; es la aceptación del sufrimiento como medio de
expiación y de redención para sí y para los otros, como expresión suprema de
amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la acogida de la mentalidad
evangélica, que encuentra en el discurso de la montaña la más pura extirpación”
(San Juan Pablo II). Este camino nos lo ha trazado Jesús, más aún, él mismo es
esa puerta estrecha, invitándonos a entrar por ella.
Tampoco basta haber comido y bebido con el
Señor, hace falta un amor efectivo: “La Iglesia se ha vuelto siempre más
decididamente hacia los pobres consciente que en esta “opción preferencial” por
ellos, hecha de generosa solidaridad y de ayuda concreta, está la efectiva
realización del mandamiento del amor” (San Juan Pablo II). El mismo sufrimiento
de nuestros hermanos es providencial, “en el programa mesiánico de Cristo…, el
sufrimiento está presente en el mundo para excarcelar el amor, para hacer nacer
obras de amor hacia el prójimo, para transformar toda la civilización humana en
la civilización del amor” (San Juan Pablo II).
En cuanto a
que muchos últimos serán primeros: “Muchos que al principio son fervorosos,
después se vuelven tibios y muchos que al principio son tibios, de pronto se
hacen fervorosos. Muchos despreciados en esta vida habrán de ser glorificados
en la otra y otros, honrados por los hombres, serán condenados al fin” (Beda).
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