MONICIÓN
AMBIENTAL
Este quinto domingo de cuaresma el Señor nos llama a la
comunión plena con él mediante el don de la resurrección. Dios, en su bondad y
misericordia, quiere levantarnos del sepulcro del pecado y hacernos partícipes
de su vida inmortal y gloriosa, como lo hizo con Lázaro, su amigo.
ORACIÓN
COLECTA
Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude,
para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a
la muerte por la salvación del mundo.
Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El profeta Ezequiel predice que el Señor infundirá su
espíritu a su pueblo, abriendo y sacándolo del sepulcro.
Lectura de la
profecía de Ezequiel 37,12-14
Así dice el Señor: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y
os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de
Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros,
pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os
colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago”.
Oráculo del Señor.
Palabra de
Dios.
SALMO
RESPONSORIAL
Sal
129,1-2.3-4ab. 4c-6. 7-8 (R.: 7)
M. Con el salmista supliquemos al Señor su misericordia y
el don de su obra redentora, diciendo: R/.
Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
R/. Del Señor
viene la misericordia, la redención copiosa.
Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
R/. Del Señor
viene la misericordia, la redención copiosa.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.
R/. Del Señor
viene la misericordia, la redención copiosa.
Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
R/. Del Señor
viene la misericordia, la redención copiosa.
SEGUNDA
LECTURA
M. San Pablo recuerda a la comunidad de Roma que la
prenda de nuestra resurrección está en vivir y poseer el Espíritu de Dios,
quien vivifica nuestro cuerpo mortal con la resurrección, igual que lo hizo con
Jesucristo.
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11
Hermanos:
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a
Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el
Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no
es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por
el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu
del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que
resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de
Dios.
M. San Juan relata el milagro de la resurrección de Lázaro
obrada por Jesucristo a su regreso a Betania, después de 4 días de sepultado.
Este milagro es un anticipo del poder vivificante que tiene la comunión con
Jesucristo.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO
Jn 11,25a.26
Yo soy la
resurrección y la vida
– dice el Señor -;
el que cree
en mí no morirá para siempre.
EVANGELIO
† Lectura del
santo evangelio según san Juan 11,1-45
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea
de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al
Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su
hermano Lázaro. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: “Señor, tu
amigo está enfermo”. Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no acabará en la
muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se
enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo
entonces dice a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”. Los discípulos le
replican: “Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver
allí? Jesús contestó: “¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no
tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza,
porque le falta la luz”. Dicho esto, añadió: “Lázaro, nuestro amigo, está
dormido; voy a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si
duerme, se salvará”. Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron
que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: “Lázaro
ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que
creáis. Y ahora vamos a su casa”. Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a
los demás discípulos: “Vamos también nosotros y muramos con él”. Cuando Jesús
llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de
Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le
dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Sé que resucitará en la
resurrección del último día”. Jesús le dice: “Yo soy la resurrección y la vida:
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí,
no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Ella le contestó: “Si, Señor: yo creo
que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Y
dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: “El
Maestro está ahí y te llama”. Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba
él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún
donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa
consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron,
pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba
Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: “Señor, si hubieras estado aquí
no habría muerto mi hermano”. Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a
los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó: “¿Dónde lo
habéis enterrado?” Le contestaron: “Señor, ven a verlo”. Jesús se echó a
llorar. Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!”. Pero algunos dijeron: “Y uno
que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera
éste?”. Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta
con una losa. Dice Jesús: “Quitad la losa”. Marta, la hermana del muerto, le
dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Jesús le dice: “No te he
dicho que si crees verás la gloria de Dios”. Entonces quitaron la losa. Jesús,
levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has
escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me
rodea, para que crean que tú me has enviado”. Y dicho esto, gritó con voz
potente: “Lázaro, ven afuera”. El muerto salió, los pies y las manos atados con
vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo
andar”. Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había
hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Dirijamos nuestras súplicas al Dios de la Vida para que nos
conceda vivir en comunión de vida y amor con Él, diciendo: R/. Padre,
escúchanos
h Para que Cristo, que dio su Espíritu a la
Iglesia, haga de cada uno de los cristianos testigo de su presencia salvadora
en nuestra historia. Oremos R/. Padre, escúchanos
h Para que el Papa Francisco, nuestro Obispo
y todos los sacerdotes y misioneros, transmitan la certeza de que Jesús es la
resurrección y la vida. Oremos R/. Padre, escúchanos
h Para que Dios sea el consuelo de los que
lloran la muerte de sus seres queridos, les dé la paz y los haga esperar con fe
en la resurrección definitiva. Oremos R/. Padre, escúchanos
Para que la celebración de esta Eucaristía aumente
nuestra gratitud por la vida nueva que nos viene de Cristo, y ésta se traduzca
en alegría y gozo. Oremos R/. Padre, escúchanos
Dios de la vida y de la historia, mira con
piedad las oraciones de tu pueblo, y haz que los que esperamos en Ti nunca nos
veamos defraudados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Escúchanos,
Dios todopoderoso, tú que nos has iniciado en la fe cristiana, y purifícanos
por la acción de este sacrificio.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Jn 11,26
El que está vivo y cree en
mí, no morirá para siempre –dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Te pedimos, Dios
todopoderoso, que nos cuentes siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo
y Sangre hemos comulgado. Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 992-996:
la revelación progresiva de la Resurrección
CEC 549, 640,
646: los signos mesiánicos que prefiguran la Resurrección de Cristo
CEC
2603-2604: la oración de Jesús antes de la resurrección de Lázaro
CEC
1002-1004: nuestra experiencia actual de la Resurrección
CEC
1402-1405, 1524: la Eucaristía y la Resurrección
CEC
989-990: la resurrección de la carne
992 La resurrección de los muertos
fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la
resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca
de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador
del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con
Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la
fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:
El
Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida
eterna (2M 7,9). Es preferible morir a manos de los hombres con la
esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él (2M 7,14
cf. 2M 7,29 DA 12,1-13).
993 Los
fariseos (cf. AC 23,6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn
11,24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los
saduceos que la niegan responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras
ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error" (MC 12,24). La fe
en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos
sino de vivos" (MC 12,27).
994 Pero
hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona:
"Yo soy la resurrección y la vida" (JN 11,25). Es el mismo
Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él. (cf. Jn
5,24-25 JN 6,40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn
6,54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la
resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5,21-42 LC
7,11-17 JN 11), anunciando así su propia Resurrección que, no obstante,
será de otro orden. De este acontecimiento único, El habla como del "signo
de Jonás" (MT 12,39), del signo del Templo (cf. Jn 2,19-22):
anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10,34).
995 Ser
testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (AC 1,22
cf. AC 4,33), "haber comido y bebido con El después de su
Resurrección de entre los muertos" (AC 10,41). La esperanza
cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con
Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.
996
Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado
incomprensiones y oposiciones (cf. Ac 17,32 1CO 15,12-13). "En
ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección
de la carne" (San Agustín, psal. 88, 2, 5). Se acepta muy comúnmente que,
después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma
espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar
a la vida eterna?
HERMENÉUTICA
BÍBLICA DE LA FE
Ideas
teológicas:
·
La resurrección.
·
La comunión de vida y amor con Jesucristo.
·
La amistad con Dios.
En Betania,
Jesús entra en dialogo de fe sobre la resurrección con Marta y María, hermanas
de su amigo Lázaro, ambas expresan una relación de comunión con el Hijo de
Dios, “la misma Marta —después de la muerte de Lázaro— se convierte en
interlocutora de Cristo y habla acerca de las verdades más profundas de la
revelación y de la fe… Después de esta profesión de fe Jesús resucitó a Lázaro.
También el coloquio con Marta es uno de los más importantes del Evangelio”
(MD 15).
En
Jesucristo habita toda la plenitud de gracia y verdad, en Él encontramos la
vida plena, “Jesús es el Hijo que desde la eternidad recibe la vida del Padre
(cf. JN 5,26) y que ha venido a los hombres para hacerles partícipes de
este don… La vida, que desde siempre está « en él » y es « la luz de los
hombres » (JN 1,4), consiste en ser engendrados por Dios y participar
de la plenitud de su amor” (EV 29.37). Sin la comunión con Jesucristo el
hombre no alcanza la propia plenitud: “Él, que dijo: «Yo soy (...) la vida» (JN
11,25), invita al cristiano, también en nuestro tiempo, a gritar al mundo: ¡La
vida es Cristo; la realidad encuentra su sentido pleno en Cristo!” (San
Juan Pablo II).
La fe
en Jesucristo tiene como fin la comunión de conocimiento y amor, “conocer a
Dios y a su Hijo es acoger el misterio de la comunión de amor del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo en la propia vida, que ya desde ahora se abre
a la vida eterna por la participación en la vida divina… la vida eterna
es la vida misma de Dios y a la vez la vida de los hijos de Dios… alcanza su
culmen la verdad cristiana sobre la vida. Su dignidad no sólo está ligada a
sus orígenes, a su procedencia divina, sino también a su fin, a su destino de
comunión con Dios en su conocimiento y amor” (EV 37-38).
El amor por
la vida se amplía en la comunión con Jesucristo resucitado, “el amor que todo
ser humano tiene por la vida no se reduce a la simple búsqueda de un espacio
donde pueda realizarse a sí mismo y entrar en relación con los demás, sino que
se desarrolla en la gozosa conciencia de poder hacer de la propia existencia el
« lugar » de la manifestación de Dios, del encuentro y de la comunión con El.
La vida que Jesús nos da no disminuye nuestra existencia en el tiempo, sino que
la asume y conduce a su destino último” (EV 38).
Sabemos que
si vivimos, mediante la esperanza, esa gran batalla por la comunión con el Hijo
de Dios, cuando llegue el momento de nuestra muerte comienza lo realmente
grande, “la relación con Dios se realiza plenamente en el encuentro con «Aquel
que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la
vida, entonces "vivimos"»” (Benedicto XVI).
PUNTO CLAVE
La resurrección de la carne ha encontrado mucha
contradicción desde el principio del cristianismo, aunque se acepte la
pervivencia del alma se tiene resistencia a creer que el cuerpo mortal resucite
a la vida eterna (cfr. CEC 996).
Aplicación a la familia
“¡La vida es Cristo; la realidad
encuentra su sentido pleno en Cristo!”
Por medio de la fe tenemos acceso a la vida plena que posee la Persona
de Jesucristo. Pero esta relación requiere vivir constantemente unidos a Él
como una respuesta de amor que cumple su voluntad, sus mandamientos y adquiere
progresivamente el estilo propio de un discípulo del Señor.
La vida en Cristo requiere que muramos constantemente a nuestro hombre
viejo, al hombre que rompe la alianza con Dios por el pecado mortal, al hombre
que confía sólo en sus fuerzas olvidándose que sin Jesucristo no podemos llegar
al Cielo.
Ahora que estamos todos en casa, tenemos no sólo la oportunidad de
crecer como iglesias domésticas, de responder a ésta llamada de Dios hecha por
la Jerarquía desde el Vaticano II, sino de tener la vida plena, cuya fuerza es
el Espíritu Santo, mediante las comuniones espirituales, guardando la gracia
que es la vida en Cristo, creciendo a través de la oración del Rosario,
siguiendo la Misa por las redes sociales, orando a la Virgen el Angelus y otras
oraciones marianas compuestas por el Papa Francisco para pedir que nos proteja
de la pandemia, siendo solidarios en la parroquia con quien necesita alimentos,
orando por los enfermos y los que están trabajando en el área de salud…
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