MONICION AMBIENTAL
El banquete de la Palabra de este domingo nos
invita a dejarnos transformar por el fuego del amor divino ante la adversidad,
como le sucede a Jeremías, o ante la división experimentada en la propia
familia como nos habla san Lucas en el evangelio. El Señor nos pide que el
fuego de su amor, de su Espíritu, arda en nuestro corazón y lo comuniquemos al
mundo entero.
ORACION COLECTA
Oh Dios, que has preparado bienes inefables
para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote
en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan
todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. En el libro de Jeremías escuchamos cómo el
profeta es arrojado en un pozo para que muera, ante la súplica oportuna de un
sirviente real, el rey lo manda a sacar para que viva.
Lectura del libro de Jeremías 38,4-6.8-10
En aquellos días, los príncipes dijeron al
rey:
― “Muera ese Jeremías, porque está
desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con
semejantes discursos.
Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino
su desgracia.”
Respondió el rey Sedecías:
― “Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no
puede nada contra vosotros.”
Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en
el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo
con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en el
lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey:
― “Mi rey y Señor, esos hombres han tratado
inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre,
porque no queda pan en la ciudad.”
Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el
cusita:
― “Toma tres hombres a tu mando, y sacad al
profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.”
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal
39,2.3:4.18 (R.:14b)
M. Con el salmo 39 suplicamos al Señor que
venga en nuestro auxilio, diciendo: R/. Señor,
date prisa en socorrerme.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó
y escuchó mi grito. R/. Señor, date
prisa en socorrerme.
Me levantó de la fosa fatal, de la charca
fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno
a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y
confiaron en el Señor. R/. Señor, date
prisa en socorrerme.
Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se
cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R/. Señor, date prisa en socorrerme.
SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo nos exhorta a abandonar el
pecado que nos esclaviza, imitando a nuestro Señor Jesucristo, que sufrió por
nosotros para darnos su vida.
Lectura de la carta a los Hebreos 12,1-4
Hermanos:
Una nube ingente de testigos nos rodea: por
tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la
carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y
completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la
cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de
Dios.
Recordad al que soportó la oposición de los
pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en
vuestra pelea contra el pecado.
Palabra de Dios.
M. San Lucas recoge el deseo de Jesucristo de
que su Espíritu arda en el mundo, a través de sus discípulos. También nos
invita a ser fieles a su verdad ante el rechazo de las tinieblas.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 10,27
Mis ovejas escuchan mi voz
― dice el Señor ―,
Y yo las conozco, y ellas me siguen.
† Lectura
del santo evangelio según san Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
― “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera
ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?
No, sino, división.
En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
Palabra del Señor
ORACION
DE LOS FIELES
Oremos a Dios, que nos invita a dejarnos encender por el
fuego de su amor y digámosle con confianza: Escúchanos, Señor.
Para que el Espíritu de sabiduría y servicio, guíe las decisiones
de los obispos y quienes tienen autoridad en las comunidades de Iglesia. Oremos con fe. Escúchanos,
Señor.
Para que con sensatez y prudencia los cristianos nos dejemos
guiar por el Espíritu del Evangelio. Oremos
con fe. Escúchanos, Señor.
Para que, movidos por el Espíritu del Señor, cada día sean más
los que se comprometan a hacer el bien, a ayudar a los débiles y a consolar a
los tristes. Oremos con fe.
Escúchanos, Señor.
Para que al alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de Cristo
dejemos que Él viva en nosotros, acreciente nuestro amor y guíe nuestras
acciones. Oremos con fe. Escúchanos, Señor.
Escucha, Señor, nuestras súplicas, danos tu sabiduría y haz
que al alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo experimentemos la
fuerza de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, nuestros
dones, en los que se realiza un admirable intercambio, para que, al ofrecerte
lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Sal 129,7
Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, después de haber
recibido a Cristo en estos sacramentos, imploramos de tu misericordia que,
transformados en la tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en
el cielo.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 575-576: Cristo, un “signo
de contradicción”
CEC 1816: el discípulo debe dar
testimonio de la fe con autenticidad y valentía
CEC 2471-2474: dar testimonio
de la Verdad
CEC 946-957, 1370, 2683-2684:
nuestra comunión con los santos
CEC 1161:
las imágenes sagradas manifiestan “el gran número de los testigos”
2471 Ante Pilato, Cristo
proclama que había ‘venido al mundo: para dar testimonio de la verdad’ (JN
18,37). El cristiano no debe ‘avergonzarse de dar testimonio del Señor’ (2TM
1,8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano
debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de san Pablo ante sus jueces. Debe
guardar una ‘conciencia limpia ante Dios y ante los hombres’ (AC 24,16).
2472 El deber de los cristianos
de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos
del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio
es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de
justicia que establece o da a conocer la verdad (cf MT 18,16):
Todos los fieles
cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo
de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron
por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la
confirmación (AGD 11).
2473 El martirio es el
supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta
la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está
unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina
cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. ‘Dejadme ser pasto
de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios’ (S. Ignacio de Antioquía,
RM 4,1).
2474 Con el más exquisito
cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes llegaron hasta el
extremo para dar testimonio de su fe. Son las actas de los Mártires, que
constituyen los archivos de la Verdad escritos con letras de sangre:
No me servirá nada de los
atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir
(para unirme) a Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a
El a quien busco, a quien murió por nosotros. A El quiero, al que resucitó por
nosotros. Mi nacimiento se acerca... [S. Ignacio de Antioquía, Rom. 6, 1-2).
Te
bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado
en el número de tus mártires... Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y
de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por
el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por El, que
está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos
venideros. Amén. (S. Policarpo, mart. 14, 2-3).
HERMENÉUTICA BÍBLICA DE LA FE
Jesús tiene la plenitud del Espíritu, por
esto habla del fuego que ha venido a traer a la tierra. Jesús nos trajo el amor
y la verdad. Su angustia o tristeza no era por “miedo de su muerte, sino por la
tardanza de nuestra redención” (San Ambrosio). Por otra parte, ese fuego divino
tiene como finalidad en el hombre “consumir el pecado y renovar su alma” (San
Juan Crisóstomo).
Jesucristo vino para traer a la humanidad,
herida por el pecado, el fuego del Espíritu Santo. Es la Fuerza divina que
purifica al hombre de modo integral y le devuelve la santidad de vida. Es el
fuego del Amor que ha sido desde la Ascensión del Señor el Protagonista de la
evangelización realizada por la Iglesia (cf. San Juan Pablo II). Jesús afirma
que desearía que ese fuego estuviera ardiendo ya entre los hombres. El Señor
quiere que ese fuego arda en nosotros, que nos queme, purificándonos de toda
mancha de pecado, que nos transforme en El.
El fuego del Espíritu Santo fue encendido
desde nuestro bautismo, junto con todas las gracias que Jesús nos ha concedido,
y lo aviva constantemente con el memorial de su Muerte. Se trata del fuego del
amor y de la verdad que salva, del fuego del testimonio que proviene de una
auténtica fe, como se palpa en la vida de muchos consagrados y de varios laicos
en la historia de la Iglesia; del fuego del estar con Cristo y que permite
aportar lo mejor de nosotros mismos a los hombres. El creyente debe darle la primacía
absoluta a este amor de Dios transformante (cf. Benedicto XVI).
El bautismo del Señor es el momento de su
crucifixión, cuando Él nos redime de nuestros pecados para comunicarnos su vida
divina. Jesús espera que prendamos el fuego de su Espíritu a todo el mundo. Es
tanta la misericordia del Señor por los pecadores, antes de su pascua, que El
desearía que ese bautismo llegara cuanto antes. El mismo Espíritu Santo trazó
el Via Crucis como un camino de
peregrinación, de paso del pecado a la libertad de la vida en Cristo, planteó
las exigencias de la vida cristiana. En la Cruz Dios Padre quiso castigar a su
propio Hijo en lugar de castigar a sus hijos adoptivos. El Verbo hecho carne
quiso no solamente padecer la cruz en el cuerpo sino experimentarla también
interiormente, he aquí el sentido de su angustia hasta que no sea bautizado en
la Pasión y en la Cruz (cf. Benedicto XVI).
La división que Cristo trae es a causa de la
luz de su verdad y de su redención, que cuando es acogida por los miembros de
una familia, produce la adhesión del que se abre a la verdad y a la gracia, o
el rechazo, o incluso la oposición de quien prefiere el pecado; del mismo modo
se experimenta tal división en nuestra interior, en nuestro corazón, donde la
vida en el Espíritu nos pide apartarnos de todo lo que rompe la comunión con
Dios, nos pide romper con nuestro hombre viejo, que se opone y resiste a morir
(cf. Benedicto XVI).
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