MONICION AMBIENTAL
M. Hoy el Señor
nos pone frente a la oración por excelencia del cristiano: el Padre nuestro. En
el contexto veterotestamentario descubrimos la grandeza del hombre de fe que
suplica por sus hermanos. Dios responde con infinita misericordia a quien le
pide con humildad y constancia, especialmente responde al que, movido por la
sabiduría y la gracia, suplica el don de todos los dones: el Espíritu Santo.
ORACION COLECTA
Oh Dios, protector de los que en ti esperan,
sin ti nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros los signos de tu
misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de
los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. En el Génesis
se recoge el momento cuando Abrahán intercede por la ciudad de Sodoma ante el
Señor, desde cincuenta hombres justos progresivamente baja hasta diez. Yavé responde
que si encuentra diez justos no destruiría la ciudad.
Lectura del libro del Génesis 18,20-32
En aquellos días,
el Señor dijo:
― “La acusación
contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si
realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.”
Los hombres se
volvieron y dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de
Abrahán.
Entonces Abrahán
se acercó y dijo a Dios:
― “¿Es que vas a
destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad,
¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en
él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo
que la suerte del inocente sea como la
del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?”
El Señor contestó:
― “Si encuentro en
la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención
a ellos.”
Abraham respondió:
― “Me he atrevido
a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza.
Si faltan cinco
para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?”
Respondió el
Señor:
― “No la
destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.”
Abrahán insistió:
― “Quizá no se
encuentren más de cuarenta.”
Le respondió:
― “En atención a
los cuarenta, no lo haré.”
Abrahán siguió:
― “Que no se
enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?
Él respondió:
― “No lo haré, si
encuentro allí treinta.”
Insistió Abrahán
― “Me he atrevido
a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?”
Respondió el
Señor:
― “En
atención a los veinte, no la destruiré.”
Abrahán continuó:
― “Que no se
enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?”
Contestó el Señor:
― “En atención a
los diez, no la destruiré.”
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8 (R.:3a)
M. El salmo 137
nos invita a dar gracias al Señor porque se fija en el humilde y es
misericordioso con los hombres, diciendo: R/.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te doy gracias,
Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré
hacia tu santuario. R/. Cuando te
invoqué, Señor, me escuchaste.
Daré gracias a tu
nombre, por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste
el valor en mi alma. R/. Cuando te
invoqué, Señor, me escuchaste.
El Señor es
sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la
vida; extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo. R/. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Y tu derecha me
salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es
eterna, no abandones la obra de tus manos.
R/. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
SEGUNDA LECTURA
M. La carta a los
Colosenses recuerda a los gentiles la misericordia de Dios con ellos al
perdonarles sus pecados, gracias a la pascua de Jesucristo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Colosenses 2,12-14
Hermanos:
Por el bautismo
fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, porque habéis
creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos.
Estabais muertos
por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida
en él, perdonándoos todos los pecados.
Borró el protocolo
que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en
medio, clavándolo en la cruz.
Palabra de Dios.
M. San Lucas
recoge el momento cuando el Señor enseña a sus discípulos el Padre nuestro y
los invita a saber pedir con confianza el Don de los dones: el Espíritu Santo.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Rm 8,15bc
Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos
hace gritar: “¡Abba!, Padre.”
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-13
Una vez que estaba
Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
―”Señor, enséñanos a orar, como Juan enseño a sus discípulos.”
Él les dijo:
―”Cuando oréis
decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro
pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos
a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”
Y les dijo: ―”Si alguno de
vosotros tiene un amigo, y viene para la media noche para decirle:
“Amigo préstame
tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.”
Y, desde dentro el
otro responde:
“No me molestes;
la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme
para dártelos.”
Si el otro insiste
llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al
menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a
vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque
quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre
vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un
pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues,
que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”
Palabra del Señor.
HOMILIA
CREDO
ORACION DE LOS FIELES
Pidamos,
hermanos, el auxilio del Espíritu Santo, para que inspire nuestras oraciones y
ruegue con nosotros por las necesidades del mundo, diciendo: Te Rogamos,
Señor, óyenos.
·
Para los que
empiezan a conocer a Cristo y desean la gracia del bautismo y para los que
preparan el bautismo de sus hijos, pidamos el favor de Dios todopoderoso.
·
Para nuestra
ciudad, para todos los que habitan en ella, y para todos los pueblos y
naciones, pidamos al Señor paz y prosperidad abundantes.
·
Para los que
persiguen a la Iglesia y para los pecadores que viven intranquilos, pidamos la
luz del Espíritu y la gracia de la conversión.
·
Por los que
estamos aquí reunidos y por aquellos por los que queremos rezar, pidamos al
Señor que nos guarde a todos en la fe y nos reúna en el reino de su Hijo.
Escucha,
Padre santo, la voz de tu Iglesia y haz que comprendamos el misterio de la
oración filial que tu Hijo Jesús nos enseñó; danos tu Espíritu, para que,
invocándote con aquella confianza y perseverancia que él nos enseñó, crezcamos
más y más en la experiencia de tu amor.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que podemos presentar gracias a tu
generosidad, para que estos santos misterios, donde tu Espíritu actúa
eficazmente, santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las
alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor
Antífona de comunión Sal 102,2
Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus
beneficios.
Oración después de la Comunión
Hemos recibido, Señor, este sacramento, memorial perpetuo de la pasión de
tu Hijo; concédenos que este don de su amor inefable nos aproveche para la
salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO DE LA
IGLESIA CATÓLICA
CEC 2634-2636: la oración de intercesión
CEC 2566-2567: la llamada universal a la
oración
CEC 2761-2772: la oración del Señor, la
síntesis de todo el Evangelio
CEC 2609-2610, 2613, 2777-2785: dirigirse a
Dios con perseverancia y confianza filial
CEC 2654: lectio divina
CEC 537, 628, 1002, 1227: sepultados y
resucitados en el Bautismo
2761 "La oración dominical es en verdad el resumen de
todo el Evangelio" (Tertuliano, or. 1). "Cuando el Señor hubo legado
esta fórmula de oración, añadió: 'Pedid y se os dará' (Lc 11,9). Por
tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades,
pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la oración
fundamental" (Tertuliano, or. 10).
2762 Después de haber expuesto
cómo los salmos son el alimento principal de la oración cristiana y confluyen
en las peticiones del Padre Nuestro, San Agustín concluye:
Recorred todas las
oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que podáis encontrar algo que no
esté incluido en la oración dominical (EP 130, 12, 22).
2763 Toda la Escritura (la Ley,
los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf LC 24,44). El
evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por
San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración
del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara
cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor:
La oración dominical es la
más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos
desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De
modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda
nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. II-II 83,9).
2764 El Sermón de la Montaña es
doctrina de vida, la oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el
Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos
interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio
de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud
de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en El.
2765 La expresión tradicional
"Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"]
significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús.
Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor".
Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da
las palabras que el Padre le ha dado (cf JN 17,7): él es el Maestro de
nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de
hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las
revela: es el Modelo de nuestra oración.
2766 Pero Jesús no nos deja una fórmula para
repetirla de modo mecánico (cf MT 6,7 1R 18,26-29). Como en toda oración
vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de
Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración
filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en
nosotros "espíritu y vida" (JN 6,63). Más todavía: la prueba y
la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'" (GA
4,6). Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es
también "el que escruta los corazones", el Padre, quien "conoce
cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los santos
es según Dios" (RM 8,27). La oración al Padre se inserta en la
misión misteriosa del Hijo y del Espíritu.
2767 Este don indisociable de las palabras del Señor y del
Espíritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido
y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan
la Oración del Señor "tres veces al día" (Didaché 8, 3), en lugar de
las "Dieciocho bendiciones" de la piedad judía.
2768 Según la Tradición
apostólica, la Oración del Señor está arraigada esencialmente en la oración
litúrgica.
El Señor nos enseña a orar
en común por todos nuestros hermanos. Porque él no dice "Padre mío"
que estás en el cielo, sino "Padre nuestro", a fin de que nuestra
oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (San Juan
Crisóstomo, hom. in MT 19,4).
En todas las tradiciones
litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de las principales Horas
del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con evidencia sobre todo en
los tres sacramentos de la iniciación cristiana:
2769 En el Bautismo y la
Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del Señor
significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es
hablar con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados de
nuevo por la Palabra del Dios vivo" (1P 1,23) aprenden a invocar a
su Padre con la única Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora
en adelante porque el Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado
indeleble en sus corazones, sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por
eso, la mayor parte de los comentarios patrísticos del Padre Nuestro están
dirigidos a los catecúmenos y a los neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración
del Señor, es siempre el Pueblo de los "neófitos" el que ora y
obtiene misericordia (cf 1P 2,1-10).
2770 En la Liturgia
eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda la
Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la
Anáfora (Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula por una
parte todas las peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la
epíclesis, y, por otra parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la
comunión sacramental va a anticipar.
2771 En la Eucaristía, la
Oración del Señor manifiesta también el carácter escatológico de sus
peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos", tiempos de
salvación que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que terminarán
con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las oraciones
de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado, de
una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.
2772 De esta fe inquebrantable brota la esperanza
que suscita cada una de las siete peticiones. Estas expresan los gemidos del
tiempo presente, este tiempo de paciencia y de espera durante el cual "aún
no se ha manifestado lo que seremos" (1JN 3,2 cf COL 3,4).
La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados hacia la venida del Señor,
"¡hasta que venga!" (1CO 11,26).
HERMENÉUTICA
BÍBLICA DE LA FE
Habiendo
comprendido que es importantísimo escuchar al Señor, alimentarnos de su
Palabra, que la perfección entre el celo apostólico y la vida contemplativa se
logra a través de la oración y del silencio. Es esencial el educarse y aprender
a orar, cultivando una ascesis del pensamiento y de la palabra, para aprender a
vivir, para estar dispuestos a obedecer a la verdad. Necesitamos purificar
nuestro entendimiento para entrar en la dimensión del silencio de Dios, que
engendró al Verbo, que pronunció su Palabra creadora y redentora. Sin el
silencio de la contemplación nuestras palabras carecen de valor y utilidad,
cayendo en los respetos humanos y buscando la aprobación de los hombres (cf.
Benedicto XVI).
La oración
debe partir del verdadero amor que piensa primero en los bienes del amado. Por
esto comenzamos hablándole a Dios Padre, conscientes que es Padre de todos los
bautizados. Hemos de pronunciar el nombre de Dios como Padre viviendo
santamente, virtuosamente, de tal modo que el glorificar su nombre constituya
el principio de todas las obras buenas. Al pedir que venga su Reino, estamos
pidiendo que venga el Espíritu Santo sobre nosotros y nos purifique, que
inhabite en nosotros y su presencia nos conceda la gracia santificante. La
íntima relación de invocar el nombre de Dios y vivir santamente nos pone ya en
la disposición amorosa de cumplir la voluntad divina.
“Es precisamente nuestra pequeñez, nuestra débil naturaleza
humana, nuestra fragilidad lo que se convierte en llamamiento a la misericordia
del Señor para que manifieste su grandeza y ternura de Padre ayudándonos,
perdonándonos y salvándonos.
Y
Dios responde a nuestro llamamiento enviando a su Hijo, que muere y resucita
por nosotros; entra en nuestra fragilidad y obra lo que el hombre, solo, jamás
habría podido hacer: toma sobre Sí el pecado del mundo, como cordero inocente,
y vuelve a abrirnos el camino hacia la comunión con Dios, nos hace verdaderos
hijos de Dios. Es ahí, en el Misterio pascual, donde se revela con toda su
luminosidad el rostro definitivo del Padre. Y es ahí, en la Cruz gloriosa,
donde acontece la manifestación plena de la grandeza de Dios como «Padre
todopoderoso»” (Benedicto XVI).
Dios es la
Bondad misma, origen de todos los bienes. El hombre participa de la bondad. Si
el hombre aun siendo malo sabe dar cosas buenas, hemos de pedir la comunión
permanente con el Bien Sumo, sin cansarnos, con fe, con confianza, sin
ligereza, el Señor sintetiza esta actitud de fe, empleando tres verbos: buscar,
pedir y llamar. Se ha de pedir con recta intención, poniendo todo lo que se
pueda para contribuir a obtener lo que se pide, de lo contrario se pide mal.
Especialmente hemos de pedir el Don del Espíritu Santo, plenitud de los dones
de Dios y fuente de todos los dones. La puerta está cerrada para invitarnos a
que llamemos; lo que pedimos no se nos concede en seguida para que no nos
cansemos de suplicar, como lo ejemplifica Jesús con el amigo inoportuno. Hemos
de acudir a la misericordia del Sumo Bien a través de Jesucristo y en unión con
El.
Pedimos el
pan nuestro de los hijos de Dios, la eucaristía, cuanto más somos conscientes
de nuestra profunda necesidad de ser curados por el Señor resucitado, más
acudimos cada día a recibir este sacramento de inmortalidad, agradecidos por
este don supremo de su Amor, constantemente ofrecido en todos los altares para
darnos su Vida (cf. San Juan Pablo II).
El perdonar a
nuestros deudores es causa de nuestro mayor perdón, conscientes que de ese modo
reproducimos la imagen de la misericordia divina, esta actitud es
imprescindible para el perdón de nuestros muchos pecados. He aquí el sentido
positivo de quien tiene un corazón manso y magnánimo, que no lleva cuentas del
mal, que ama a pesar de todo, capaz de descubrir grandes bienes sobrenaturales
en aquellas cosas que nuestra carne se resiste a aceptar (cf. Benedicto XVI).
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