MONICION AMBIENTAL
El Señor nos
recuerda este domingo que la vida eterna se obtiene con el amor de donación a
los demás: la fecundidad de la solidaridad, los méritos del que vive en
comunión con Dios, el cultivo de las virtudes y de los valores espirituales.
Esta es la verdadera riqueza para Dios. Los bienes temporales son relativos,
por eso hemos de obrar movidos por el ágape, de lo contrario, si los retenemos
solamente para nosotros mismos, caemos en la necedad de perder la eternidad.
ORACION COLECTA
Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu
bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus
manos en favor de los que te alaban como creador y como guía.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El libro del
Eclesiastés nos plantea lo pasajero del trabajo y de la fatiga del hombre bajo
el sol.
Lectura del libro del Eclesiastés 1,2; 2,21-23
¡Vanidad de
vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay quien trabaja con
sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha
trabajado.
También esto es
vanidad y grave desgracia.
Entonces, ¿Qué
saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el
sol?
De día su tarea es
sufrir y penar, de noche no descansa su mente.
También esto es
vanidad.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 89,3-4.5-6.12-13.14 y 17 (R.:1)
M. El salmo 89 nos invita a confiar en el
Señor, a saber y a experimentar que Él es nuestro refugio, diciendo: R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de
generación en generación.
Tú reduces el
hombre a polvo, diciendo: “Retornad, hijos de Adán.”
Mil años en tu presencia son un ayer, que
pasó; una vela nocturna. R/. Señor, tú
has sido nuestro refugio de generación en generación.
Los siembras año por año, como hierba que se
renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se
seca. R/. Señor, tú has sido nuestro
refugio de generación en generación.
Enséñanos a
calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión
de tus siervos. R/. Señor, tú has sido
nuestro refugio de generación en generación.
Por la mañana
sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a
nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de
generación en generación.
SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a
los Colosenses, san Pablo nos invita a buscar los bienes espirituales que nos
vienen a través de Cristo, despojándonos del hombre viejo y revistiéndonos del
hombre nuevo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Colosenses 3,1-5.9-11
Hermanos:
Ya que habéis
resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo,
sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la
tierra.
Porque habéis
muerto, y vuestra vida está en Cristo escondida en Dios.
Cuando aparezca
Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él,
en gloria.
En consecuencia,
dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza,
la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
No sigáis
engañándoos unos a otros.
Despojaos del
hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como
imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.
En este orden
nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos,
bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está
en todos.
Palabra de Dios.
M. San Lucas nos
relata la invitación de Jesús a evitar todo tipo de codicia, sabiendo que la
vida verdadera no depende de la simple posesión de los bienes temporales, sino
de los bienes espirituales, de la solidaridad.
ACLAMACION ANTES
DEL EVANGELIO
Aleluya Mt 5,3
Dichosos los
pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Lucas
12,13-21
En aquel tiempo,
dijo uno del público a Jesús:
― “Maestro, dile a
mi hermano que reparta conmigo la herencia.”
Él le contestó:
― “Hombre, ¿Quién me
ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?”
Y dijo a la gente:
― “Mirad: guardaos de
toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus
bienes.”
Y les propuso una
parábola:
― “Un hombre rico
tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos:
“¿Qué haré? No
tengo donde almacenar la cosecha.”
Y se dijo:
“Haré lo
siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré
allí todo el grano y el resto de mi cosecha.” Y entonces me diré a mí mismo:
Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date
buena vida.”
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche
te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?
Así será el que
amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.”
Palabra del
Señor.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Mientras buscamos los bienes de arriba, donde Cristo nos
precede, oremos a Dios por nosotros y por todos los hombres. Digamos: Te lo
pedimos, Señor.
Para que el
Evangelio llegue a todos los rincones de la tierra en el nuevo milenio
cristiano. Oremos.
Para que los que
trabajan en la evangelización lo hagan con coherencia, austeridad y sencillez.
Oremos.
Para que los
bienes de la tierra se repartan con justicia y a nadie falte lo necesario para
vivir. Oremos.
Para que al
celebrar el sacramento del amor nos saciemos de la bondad de Dios y de los
bienes verdaderos. Oremos.
Te lo pedimos a ti, que nos das los bienes verdaderos y nos
atraes hacia Ti.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica, Señor, estos
dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros
transfórmanos en oblación perenne.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN
Sb 16,20
Nos has dado pan del
cielo, que brinda toda delicia y sacia todos los gustos.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
A quienes has renovado con
el pan del cielo, protégelos siempre con tu auxilio, Señor, y, ya que no cesas
de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO DE LA
IGLESIA CATÓLICA
CEC 661, 1042-1050, 1821: la esperanza en los
cielos nuevos y la tierra nueva
CEC 2535-2540, 2547, 2728: el desorden de las
concupiscencias
1042 Al
fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del juicio
final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y
alma, y el mismo universo será renovado:
La Iglesia... sólo llegará
a su perfección en la gloria del cielo...cuando llegue el tiempo de la
restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero,
que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre,
quede perfectamente renovado en Cristo (LG 48).
1043 La Sagrada Escritura llama
"cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que
trasformará la humanidad y el mundo (2P 3,13 cf. AP 21,1). Esta
será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo
tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la
tierra" (EP 1,10).
1044 En este "universo
nuevo" (AP 21,5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada
entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de su ojos, y no habrá ya
muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha
pasado" (AP 21,4 ; cf. Ap 21,27).
1045 Para el hombre esta
consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida
por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era "como el
sacramento" (LG 1). Los que estén unidos a Cristo formarán la
comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (AP 21,2), "la
Esposa del Cordero" (AP 21,9). Ya no será herida por el pecado, las
manchas (cf. AP 21,27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad
terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de
modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y
de comunión mutua.
1046 En cuanto al cosmos,
la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del mundo material y del
hombre:
Pues la ansiosa espera de
la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios... en la
esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción ... Pues sabemos
que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no
sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros
mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo (RM
8,19-23).
1047 Así pues, el universo
visible también está destinado a ser transformado, "a fin de que el mundo
mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al
servicio de los justos", participando en su glorificación en Jesucristo
resucitado (San Ireneo, haer. 5, 32, 1).
1048 "Ignoramos el momento
de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se
transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por
el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y
una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y
superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los
hombres"(GS 39,1).
1049
"No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más
bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo
de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo
nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno
del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en
que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al
Reino de Dios" (GS 39,2).
1050 "Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y
de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del
Señor y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda
mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino
eterno y universal" (GS 39,3 cf. LG 2). Dios será entonces
"todo en todos" (1CO 15,22), en la vida eterna:
La
vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu
Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su
misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible
de la vida eterna (San Cirilo de Jerusalén, catech. ill. 18, 29).
HERMENÉUTICA
BÍBLICA DE LA FE
Hay una
riqueza aparente y temporal basada en el egoísmo, hay otra riqueza auténtica y
eterna basada en la caridad. La primera todo lo acumula para sí, todo lo reduce
a lo material, incluso cae en la necedad de querer comprar la propia muerte. La
segunda lo que tiene lo comparte, lo hace un don de sí, da más importancia a los
bienes espirituales y a las virtudes, consciente que al final de la vida lo que
realmente queda es el bien compartido y solidario. “La más grande desgracia
para el hombre es ligar la propia existencia únicamente a los bienes materiales
que perecen y de los cuales no depende el definitivo destino de la persona”
(San Juan Pablo II).
La riqueza egoísta cae en
una torpeza profunda: “lleva al hombre a intentar apagar en sí toda pregunta
y todo deseo que vayan más allá de su ser limitado, para encerrarse en lo
que posee… se hace ajeno al propio ser más verdadero para difuminarse en los
bienes que se poseen y que se pueden consumir” (San Juan Pablo II). El hombre
rico e inconsciente “está convencido de que puede "comprarse" también
la muerte, casi intentando corromperla, un poco como ha hecho para obtener
todas las demás cosas, o sea, el éxito, el triunfo sobre los demás en el ámbito
social y político, la prevaricación impune, la saciedad, las comodidades, los
placeres” (San Juan Pablo II).
A la necedad se contrapone
la sabiduría: “En vano amontona riquezas el que no sabe si habrá de usar
de ellas; ni tampoco son nuestras aquellas cosas que no podemos llevar con
nosotros. Sólo la virtud es la que acompaña a los difuntos. Únicamente nos
sigue la caridad, que obtiene la vida eterna a los que mueren” (San Ambrosio). Es necio
el que “creyendo que sus riquezas no le vienen de Dios, sino que
son el fruto de sus trabajos. El rico no prepara graneros permanentes, sino
caducos y, lo que es más necio, se promete una larga vida” (San Cirilo).
Por
contraste, el hombre que percibe que lo que tiene materialmente no basta y se
abre a los bienes espirituales, se vuelve capaz de acoger al Señor,
“descubriendo finalmente la realidad que puede llenar verdadera y plenamente su
vida. Ha tocado la salvación con la mano, ya no es el de antes y, como signo de
conversión, se compromete a dar la mitad de sus bienes a los pobres y a
restituir el cuádruplo a quien había robado. Ha encontrado el verdadero tesoro,
porque el Tesoro, que es Jesús, lo ha encontrado a él” (Benedicto XVI).
La misión de la Iglesia, en continuidad con
la obra redentora de Jesucristo que “no vino para abolir todos los males aquí
abajo (cf. Lc 12,13; Lc 12,14; Jn 18,36), sino a liberar a los
hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8,34-36), que
es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus
servidumbres humanas” (CEC 549), consiste en anunciar y proclamar el Reino de
Dios, sin que esto sustraiga del deber de trabajar por la justicia y la
solidaridad entre los hombres, purificando esta sincera apertura a los demás de
todo egoísmo.
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