Monición ambiental
La Palabra de
Dios nos habla de la misericordia y ternura de Dios por los pecadores que se
convierten a Él, alcanzando las promesas divinas de participar en su vida
divina, de recobrar su dignidad de hijos y poseer la fuerza de su Espíritu.
Oración Colecta
Señor, que
reconcilias contigo a los hombres por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo
cristiano se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas
fiestas pascuales.
Por nuestro
Señor Jesucristo.
Primera Lectura
M. El
libro de Josué relata el momento cuando los israelitas llegaron a Canaán y
comenzaron a comer del fruto de esa tierra, dejando el maná.
Lectura del libro de Josué 5,9ª.10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué:
─«Hoy
os he despojado del oprobio de Egipto.»
Los
israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día
catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El
día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra:
panes ázimos y espigas fritas.
Cuando
comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no
tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de
Canaán.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Sal
33,2-3. 4-5. 6-7(R.:9ª)
M. El
salmista canta la bondad del Señor, nos invita a proclamar su grandeza y a
contemplarlo. Unámonos diciendo:
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo
al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se
gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo
consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
R/.Gustad
y ved qué bueno es el Señor.
Contempladlo,
y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca
al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Segunda Lectura
M. La carta a los Corintios de san Pablo nos exhorta a
reconciliarnos con Dios, conscientes de ser nuevas criaturas en Jesucristo.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a
los Corintios 5,17-21
Hermanos:
El
que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha
comenzado.
Todo
esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos
encargó el ministerio de la reconciliación.
Es
decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle
cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la
reconciliación.
Por
eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os
exhortara por nuestro medio.
En
nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había
pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a
él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios.
M. San
Lucas nos relata la parábola del hijo pródigo, con la cual Jesús nos invita a
sabernos hijos pródigos y alegrarnos por la conversión del pecador.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 15,18
Me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti.»
Evangelio
† Lectura del Santo evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
─«Ése acoge a
los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo
esta parábola:
─«Un hombre
tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre,
dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les
repartió los bienes.
No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí
derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había
gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar
necesidad.
Fue entonces y
tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a
guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que
comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando
entonces, se dijo:
"Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a
uno de tus jornaleros."
Se puso en
comino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y
se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
"Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre
dijo a sus criados:
"Sacad en
seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en
los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
Y empezaron el
banquete.
Su hijo mayor
estaba en el campo.
Cuando al volver
se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos,
le preguntó qué pasaba.
Éste le
contestó:
"Ha vuelto
tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud."
Él se indignó y
se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su
padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una
orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis
amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas
mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le
dijo:
"Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."»
Palabra del
Señor
HOMILIA
CREDO
ORACION DE LOS FIELES
Oremos,
hermanos, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y
viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente. Respondiendo
todos: Sálvanos, Señor, que esperamos en ti.
·
Para que Dios
aumente la fe y fortalezca la voluntad de los que se preparan a recibir en
estos días cuaresmales el sacramento de la penitencia y les conceda un
verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos al Señor. R/.Sálvanos,
Señor, que esperamos en ti.
·
Para que el
Señor abra la inteligencia y el corazón de los incrédulos, de manera que
lleguen al conocimiento de la verdad, y en la fe encuentren aquel descanso que
tanto desea su corazón, roguemos al Señor. R/.Sálvanos, Señor, que esperamos
en ti.
·
Para que Dios
conceda su ayuda a los enfermos, a los pobres, a los que se sienten tentados y
a todos aquellos que con su sufrimiento participan de la cruz de Cristo,
roguemos al Señor. R/.Sálvanos, Señor, que esperamos en ti.
Dios, rico en misericordia, que acoges con el
abrazo del perdón a tus hijos que, arrepentidos, retornan a ti, escucha
nuestras oraciones, perdona nuestras culpas y revístenos con vestiduras de
fiesta, para que podamos participar en el banquete pascual. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Al ofrecerte, Señor, en la celebración gozosa de
este domingo, los dones que nos traen la salvación, te rogamos nos ayudes a
celebrar estos santos misterios con fe verdadera y saber ofrecértelos por la
salvación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Lc 15,32
Deberías
alegrarte, hijo, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba
perdido y lo hemos encontrado.
Oración después de la Comunión
Señor Dios, luz
que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con
la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y
aprendamos a amarte de todo corazón. Por Jesucristo nuestro
Señor.
Catecismo de la Iglesia Católica
CEC 207, 212, 214: Dios es fiel a sus
promesas
CEC 1441, 1443: Dios perdona los pecados; los
pecadores son reintegrados a la comunidad
CEC 982: la puerta del perdón está siempre
abierta para los que se arrepienten
CEC 1334: el pan cotidiano de
Israel es el fruto de la Tierra prometida
1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito
maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo",
cuyo centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la
fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la
miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna;
la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de
desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre
los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable
ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría
del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor
vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva,
pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al
seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las
profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el
sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el
del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo
y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo
juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el
signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.
1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de
absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del
perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando
confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando
derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo
Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os
haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por
los siglos de los siglos. Amén".
1700 La dignidad de la persona humana está enraizada en su
creación a imagen y semejanza de Dios (artículo 1); se realiza en su vocación a
la bienaventuranza divina (artículo 2). Corresponde al ser humano llegar
libremente a esta realización (artículo 3). Por sus actos deliberados (artículo
4), la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios
y atestiguado por la conciencia moral (artículo 5). Los seres humanos se
edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible
y espiritual un material de su crecimiento (artículo 6). Con la ayuda de la
gracia crecen en la virtud (artículo 7), evitan el pecado y, si lo han cometido
recurren como el hijo pródigo (cf LC 15,11-31) a la misericordia de
nuestro Padre del cielo (artículo 8). Así acceden a la perfección de la
caridad.
2839 Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro
Padre. Suplicándole que su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos
cada vez más santificados. Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no
dejamos de pecar, de separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos
volvemos a él, como el hijo pródigo (cf LC 15,11-32) y nos reconocemos
pecadores ante él como el publicano (cf LC 18,13). Nuestra petición
empieza con una "confesión" en la que afirmamos al mismo tiempo
nuestra miseria y su Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su
Hijo, "tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados" (COL
1,14 EP 1,7). El signo eficaz e indudable de su perdón lo encontramos en
los sacramentos de su Iglesia (cf MT 26,28 JN 20,23).
Hermenéutica de la fe
Vinculo literario entre
Jos 5,9-10 y Lc 15,22-24
En aquellos días, el Señor dijo a Josué:
─«Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al
atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
|
Pero el padre
dijo a sus criados:
"Sacad en
seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias
en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete,
porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
|
Primera lectura
“Este
domingo es para celebrar con los israelitas: que Dios tarda pero llega. Cuántos
siglos han pasado y ahora están aquí ya. Después de pasar el Río Jordán, allá
en Guilgal, han levantado un monumento de piedras del río y se celebra la
primera Pascua en tierra prometida. Hay que purificarse y se realiza la
sangrienta purificación de la circuncisión. Hombres circuncisos como Dios le
había pedido a Abraham. Ya están listos para celebrar la primera Pascua. Pascua
que se celebra ya con frutos de la tierra; ¡ya no hay necesidad de un
"maná" milagro!, el hombre tiene que comer de una tierra que Dios le
da.
Hay
una relación maravillosa, hermanos. En este momento en que la tierra de El
Salvador es objeto de conflictos, no olvidemos que la tierra está muy ligada a
las bendiciones y promesas de Dios. El hecho es que Israel ya tiene tierra
propia. "Toda esta tierra te la daré", le había dicho Dios a los
patriarcas; y después del cautiverio, conducidos por Moisés y Josué, aquí está
la tierra. Por eso se celebra una gran liturgia de acción de gracias: La
primera Pascua de Israel que ya nos llama a nosotros a celebrar con igual gratitud,
adoración, reconocimiento, al Dios que nos salva, que nos ha sacado también de
las esclavitudes. El Dios en quien ponemos nuestra esperanza para nuestras
liberaciones es el Dios de Israel que está recibiendo este día la celebración
de la primera Pascua. Hay un sentido teológico decía la reconciliación y la
tierra. Y yo quiero subrayar esta idea, hermanos, porque me parece muy oportuna” (San Oscar Romero, 16 marzo 1980)
“La segunda lectura y el evangelio
forman como un himno a dos voces, en alabanza del amor de Dios, Padre
misericordioso (cf. Lc 15,11-32),
que nos ha reconciliado en Cristo (cf. 2Co 5,17-21). Un himno que se
hace llamamiento apremiante: "Reconciliaos con Dios" (2Co 5,20).
Esta invitación se apoya en la certeza
de que el Señor nos ama. Amó a los israelitas, haciéndolos entrar en la tierra
de Canaán, después del largo camino del Éxodo, como hemos escuchado en la
primera lectura, impregnada de profunda nostalgia. La Pascua que celebraron
"al atardecer, en la estepa de Jericó" (Jos 5,10) y los
primeros meses que pasaron en la tierra prometida son para nosotros un símbolo
elocuente de la fidelidad divina,
que dona su paz al pueblo elegido, después de la triste experiencia de la
esclavitud” (San Juan Pablo II,
21 marzo 2004).
Evangelio
La parábola del hijo pródigo es
comparada en la patrística al pueblo judío, el hijo mayor, y al pueblo gentil,
el hijo menor, que cae en el pecado y se convierte mediante la penitencia. Pero
más allá del drama de la Iglesia naciente, podemos decir que “esta parábola ha
sido compuesta para que los pecadores no desconfíen de poder convertirse,
sabiendo que alcanzarán grandes beneficios. Por esto presenta a los que,
turbados a la vista de estos bienes, aparecen como atormentados de los celos,
porque los que vuelven son honrados de tal modo, que se hacen objeto de envidia
para los otros” (San Juan Crisóstomo).
“Yo
no sé si hay una página más bella en el Evangelio. Todo el Evangelio es
bellísimo, pero cuando uno lee lo que hoy hemos escuchado: los dos hijos, el
hijo menor que toma su herencia y se va a derrocharla y, sobre todo, el cariño
de aquel padre que está esperando; y la reconciliación final de la parábola...
uno dice: ¡qué vida más hermosa si de veras, a pesar de nuestros pecados,
tuviéramos en cuenta el proyecto de Dios para reconciliarnos con él.
Más
que predicar, cuando se trata de esta parábola, yo digo que preferiría que nos
sentáramos en silencio y recordáramos que esas páginas del hijo son nuestra
propia historia individual. Cada uno de ustedes, así como yo, podemos ver en la
parábola del hijo pródigo nuestra propia historia, que se reduce siempre al
proyecto que decíamos del Viejo Testamento, un cariño de Dios que nos tiene en
su casa y una ruptura caprichosa y loca de nosotros por irnos a gozar la vida
sin Dios, el pecado. Y una espera de Dios, esperando el día en que el hijo
llegue; y cuando el hijo, tocado por la miseria, por el abandono de los
hombres, se acuerda que no hay más amor que el de Dios, vuelve, y a ese Dios
que debía de encontrar resentido o de espaldas lo encuentra volteando hacía él
con los brazos extendidos dispuestos a hacer una fiesta por el retorno” (San
Oscar Romero,16 marzo 1980)
“Cuando lo había gastado todo”
El
patrimonio del hijo prodigo no eran solamente los recursos materiales sino su
dignidad de hijo, una vez que malgastó todo y comenzó a reflexionar “la
situación en que llegó a encontrarse cuando ya había perdido los bienes
materiales, le debía hacer consciente, por necesidad, de la pérdida de esa
dignidad,… bajo estas palabras se esconde el drama de la dignidad perdida, la
conciencia de la filiación echada a perder” (DV 6), como debía acontecer en
todo hombre que habiéndose apartado del amor del Señor escucha al Espíritu en
su conciencia.
“cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”
Dios,
igual que el padre del hijo pródigo que emprende el camino de retorno a su
hogar, “te sale al encuentro, pues, porque conoce lo que meditas en lo secreto
de tu alma; y aun cuando estés lejos sale a recibirte para que nadie te
detenga; te abraza también -en el acto de salir al encuentro se indica la
presciencia y en el de abrazar la clemencia- y se arroja a tu cuello impulsado
por cierto afecto de amor paternal para levantar al que está caído y para
encaminar hacia el cielo al que, cargado por sus pecados, se encuentra postrado
en la tierra” (San Ambrosio). Más aún, “Dios viene a nuestro encuentro, tanto
si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos evitado”
(San Juan Pablo II).
Este salir al encuentro del hijo indica
que “Dios es un Padre que no abandona jamás a sus hijos, un Padre amoroso que
sostiene, ayuda, acoge, perdona, salva, con una fidelidad que sobrepasa
inmensamente la de los hombres, para abrirse a dimensiones de eternidad… El
amor de Dios Padre no desfallece nunca, no se cansa de nosotros; es amor que da
hasta el extremo, hasta el sacrificio del Hijo” (San Juan Pablo II), por otra
parte, vemos cómo el padre antepone la misericordia a la justicia, “es
precisamente nuestra pequeñez, nuestra débil naturaleza humana, nuestra
fragilidad lo que se convierte en llamamiento a la misericordia del Señor para
que manifieste su grandeza y ternura de Padre ayudándonos, perdonándonos y
salvándonos” (San Juan Pablo II).
“traed el ternero cebado y matadlo”
El ofrecimiento del padre de un ternero
cebado por el hijo pródigo, alude al ofrecimiento que Dios Padre nos hace de su
propio Hijo, quien “toma sobre Sí el pecado del mundo, como cordero inocente, y
vuelve a abrirnos el camino hacia la comunión con Dios, nos hace verdaderos
hijos de Dios. Es ahí, en el Misterio pascual, donde se revela con toda su
luminosidad el rostro definitivo del Padre” (San Juan Pablo II), la infinita
riqueza de su amor misericordioso. Dios es nuestro Padre al darnos a Jesús, al
perdonarnos nuestro pecado y hacernos sus hijos, al comunicarnos su vida
resucitada, al darnos su Espíritu.
San Oscar Romero comenta sobre la
reconciliación en Cristo
“Ya
no puede haber reconciliación más que adhiriéndose a Cristo. O como dice
también hoy la frase de la segunda lectura: "Dios, por medio de Cristo,
nos reconcilia consigo". Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo
consigo.
Cristo
no es cualquier cosa, queridos hermanos. Cristo es la presencia de la
reconciliación de Dios. Dichoso el hombre que encuentra a Cristo porque ha
encontrado al Dios que perdona. Dios en Cristo, vive cerquita de nosotros.
Cristo nos ha dado una pauta: "Tuve hambre y me diste de comer".
Donde haya un hambriento allí está Cristo muy cerca. "Tuve sed y me diste
de beber". Cuando alguien llega a tu casa pidiéndote agua es Cristo si tú
miras con fe. En el enfermo que está deseando una visita, Cristo te dice:
"estuve enfermo y me viniste a visitar". O en la cárcel. Cuántos se
avergüenzan hoy de dar su testimonio a favor del inocente.
¡Qué
terror se ha sembrado en nuestro pueblo que hasta los amigos traicionan al
amigo cuando lo ven en desgracia! Si viéramos que es Cristo el hombre necesitado,
el hombre torturado, el hombre prisionero, el asesinado; y en cada figura de
hombre, botadas tan indignamente por nuestros caminos, descubriéramos a ese
Cristo botado, medalla de oro que recogeríamos con ternura y la besaríamos y no
nos avergonzaríamos de él.
Cuánto
falta para despertar en los hombres de hoy, sobre todo en aquellos que torturan
y matan y que prefieren sus capitales al hombre, de tener en cuenta que de nada
sirven todos los millones de la tierra, nada valen por encima del hombre. El
hombre es Cristo y en el hombre visto con fe y tratado con fe, miramos a Cristo
al Señor.
Y
Cristo lo encontramos también en nuestros templos. Hermanos, esta mañana, aquí
está Cristo, "Yo estoy en medio de vosotros", nos dice en su
Evangelio. Y dentro de un momento, en la hostia consagrada es Cristo que se da,
se ofrece a quien lo quiera venir a recibir. Cristo adorado, Cristo escuchado,
Cristo sentido en la presencia comunitaria de su pueblo” (16 marzo 1980).
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