MONICIÓN AMBIENTAL
Jesucristo nos enseña el valor
permanente de la Ley de Dios, que ha sido perfeccionada con el mandamiento de
la caridad a Dios y al prójimo. Destaca en la nueva ley de Jesucristo la
interiorización de los mandatos divinos y su radicalidad. Esto requiere lucha
para purificar el corazón, nuestras intenciones y nuestras miradas de cualquier
tipo de concupiscencia.
ORACIÓN COLECTA
Señor, tú que te complaces en
habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de
tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El libro
del Eclesiástico nos invita a cumplir la voluntad del Señor, cuya sabiduría lo
conoce todo, incluso las intenciones del corazón.
Lectura del libro del Eclesiástico 15,16-21
Si quieres,
guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante
ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre
están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del
Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él
conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a
los mentirosos.
Palabra de
Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34 (R.: 1b)
M. El
salmista elogia la felicidad del que cumple la voluntad de Dios, del que busca
al Señor con todo su corazón, digamos también nosotros: R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Dichoso el que,
con vida intachable,
camina en la
voluntad del Señor;
dichoso el
que, guardando sus preceptos,
lo busca de
todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Tú promulgas
tus decretos
para que se
observen exactamente.
Ojalá esté
firme mi camino,
para cumplir
tus consignas.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Haz bien a tu
siervo: viviré
y cumpliré
tus palabras;
ábreme los
ojos, y contemplaré
las
maravillas de tu voluntad.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré
puntualmente;
enséñame a
cumplir tu voluntad
y a guardarla
de todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo
enseña una sabiduría divina, concedida por el Espíritu de Dios, que el mundo no
conoce ni los poderosos de la tierra.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los
Corintios 2,6-10
Hermanos:
Hablamos,
entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes
de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría
divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para
nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, sin
la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino,
como está escrito: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo
que Dios ha preparado para los que lo aman”. Y Dios nos lo ha revelado por el
Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Palabra de
Dios.
M. San Mateo
recoge cómo Jesús perfecciona la ley con el mandamiento de la caridad y con la
interiorización de la ley.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Cf, Mt 11,25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino
a la gente sencilla.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-37
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y
los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes
pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o
tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y
se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los
cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en
el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y
el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleando con su
hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que
comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del
fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas
allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante
el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar
tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras
vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil,
y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas
pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”.
Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándolo, ya ha sido adúltero
con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más
te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano
derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro
que ir a parar entero al infierno. Está mandado: “El que se divorcie de su
mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: El que se divorcie de su
mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case
con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No
jurarás en falso” y “Cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no
juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios, ni por la tierra,
que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni
jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A
vosotros os basta decir “si” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.
Palabra del
Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Confortados
por el anuncio de la venida del Señor, oremos, hermanos, mientras esperamos
confiadamente nuestra total liberación:
Respondiendo todos. Ven Señor, Jesús
h Para
que Dios visite a la santa Iglesia con su venida y la gobierne con su
asistencia, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.
h Para
que con la tutela divina nuestros tiempos sean tranquilos y nuestra vida feliz,
roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.
h Para
que el Señor con su venida cure los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a
los que no la tienen y libre al mundo de todos los males, roguemos al Señor R/.
Ven Señor, Jesús.
h Para
que quienes ahora recordamos con piedad la primera venida del Señor en la carne
merézcanos participar también con gozo en su gloriosa aparición al final de los
tiempos, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.
Escucha
nuestra oración, Señor, Dios
todopoderoso, y renuévanos con el fuego de tu Espíritu Santo; haz que,
avanzando por las sendas de tus mandatos, anunciemos a todos los hombres la
alegre noticia de la venida de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de
los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, que esta oblación nos purifique y nos
renueve, y sea causa de eterna recompensa para los que cumplen tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 77,29
Comieron y se hartaron, así el Señor satisfizo su
avidez.
Oración después de la
Comunión
Alimentados con el manjar del cielo, te pedimos,
Señor, que busquemos siempre las fuentes de donde brota la vida verdadera.
Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 577-582: Jesús y la Ley
CEC 1961-1964: la Ley antigua
CEC 2064-2068: el Decálogo
en la Tradición de la Iglesia
577 Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús hace
una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con
ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:
"No penséis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar
cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase
una i o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que
quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres,
será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los
enseñe, ese será grande en el Reino de los cielos" (MT 5,17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más
grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su
totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso
es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8,46). Los judíos,
según su propia confesión, jamás han podido cumplir jamás la Ley en su totalidad,
sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7,19 AC 13,38-41 AC 15,10).
Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón
a Dios por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo
y, como recuerda Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un
solo precepto, se hace reo de todos" (JC 2,10 cf. Ga 3,10 GA 5,3).
579 Este principio de integridad en la observancia de
la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los
fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron
conducidos a un celo religioso extremo (cf. RM 10,2), el cual, si no
quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15,3-7 LC
11,39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita
de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de
todos los pecadores (cf. Is 53,11 HE 9,15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser
sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del
Hijo (cf GA 4,4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de
piedra sino "en el fondo del corazón" (JR 31,33) del Siervo,
quien, por "aportar fielmente el derecho" (IS 42,3), se ha
convertido en "la Alianza del pueblo" (IS 42,6). Jesús cumplió
la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (GA
3,13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los preceptos
de la Ley" (GA 3,10) porque, ha intervenido su muerte para remisión
de las transgresiones de la Primera Alianza" (HE 9,15).
581 Jesús fue considerado por los Judíos y sus jefes
espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11,28 JN 3,2 MT 22,
23-24, MT 34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la
interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12,5 MT 9,12 MC 2,23-27 LC 6,6-9
JN 7,22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los
doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre
los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus
escribas" (MT 7,28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el
Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él se hace oír de nuevo en
el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,1). Esa palabra no revoca la
Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación
definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados ... pero yo
os digo" (MT 5,33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba
ciertas "tradiciones humanas" (MC 7,8) de los fariseos que
"anulan la Palabra de Dios" (MC 7,13).
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre
la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía,
manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3,24) por medio
de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no
puede hacerle impuro ... -así declaraba puros todos los alimentos - ... Lo que
sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (MC 7,18-21).
Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se
vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a
pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn
5,36 JN 10,25 JN 10,37-38 JN 12,37). Esto ocurre, en particular, respecto
al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos
(cf. Mt 2,25-27 JN 7,22-24), que el descanso del sábado no se quebranta
por el servicio de Dios (cf. Mt 12,5 NB 28,9) o al prójimo (cf. Lc
13,15-16 LC 14,3-4) que realizan sus curaciones.
HERMENÉUTICA BÍBLICA DE LA FE
Con el don
total de sí mismo Jesucristo, centro de la economía de salvación es el vínculo
vivo y eterno de las dos alianzas, “se hace Ley viviente y personal, que
invita a su seguimiento, da, mediante el Espíritu, la gracia de compartir su
misma vida y su amor, e infunde la fuerza para dar testimonio del amor en las
decisiones y en las obras” (VS 15). Las bienaventuranzas y los mandamientos se
refieren al bien de la vida eterna “son una especie de autorretrato de
Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a
la comunión de vida con él” (VS 16).
La grandeza
del que evangeliza está en cumplir integralmente el evangelio que enseña por
gracia, “no olviden todos los hijos de la Iglesia que su excelente condición no
deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a
la que, si no responden con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse,
serán juzgados con mayor severidad” (LG 14). En cambio, quien enseña la
justicia pero no la cumple puede equipararse al que la incumple,
autoexcluyéndose de la comunión eterna con Dios.
El quinto mandamiento
de la ley de Dios, que defiende la vida, es incluido y profundizado por Jesús
en toda su validez. “No matarás», se transforma en la llamada a un amor
solícito que tutela e impulsa la vida del prójimo; el precepto que prohíbe el
adulterio, se convierte en la invitación a una mirada pura, capaz de respetar
el significado esponsal del cuerpo” (VS 15). El Señor no se limita solamente a
hablar del homicidio sino que establece que todo pensamiento o deseo que
pretenda hacer daño a otro, o que se profiera a través de las palabras puede
producir incluso la muerte de la víctima o de pueblos enteros.
El creyente
ha de estar reconciliado con Dios para que haya una efectiva reconciliación con
los hermanos, de hecho, es parte de la reconciliación la capacidad de reconocer
la culpa y pedir perdón, como se hace en el sacramento de la confesión. La
reconciliación, además, es un presupuesto interior y sumamente importante para
la paz, tanto a nivel interpersonal como a nivel político (cfr. Benedicto XVI).
La comunión eucarística refuerza la reconciliación entre los hermanos,
particularmente de los que están enfrentados, abriendo al diálogo y al
compromiso por la justicia.
Respecto al
mandamiento “no cometerás adulterio”, el adulterio no solamente es cometido con
el cuerpo sino con la mirada concupiscible que reduce al otro a un objeto de
placer. El origen del adulterio está en la intimidad de la persona humana, que
se manifiesta en la mirada y en el pensamiento, dominados por la
concupiscencia, que tiende a apoderarse de otro ser humano como simple objeto.
El matrimonio mismo requiere que ambos cónyuges se miren como co-sujetos de su
existencia, pues de lo contrario se puede reducir al otro a un objeto de
adulterio en el propio corazón, en objeto de placer y de explotación (cfr. MD
14).
Aplicación a
la familia
Jesucristo
afirma “no he venido a abolir la ley,
sino a dar plenitud”. Él mismo es la Ley viviente.
Jesucristo
nos enseña que la ordenación racional
que va en nuestra conciencia y que Dios la revela en la Sagrada Escritura es
parte de nuestra respuesta de amor a su voluntad. Para el discípulo de Jesús
esa ordenación de nuestra naturaleza humana es un don y no un obstáculo como
pretende la modernidad liquida.
La Sagrada
Familia es el Modelo de la obediencia a la Ley, constituyendo una comunidad de vida y amor que sí ama
efectivamente a Dios. Jesús en otro pasaje nos dice si me amas cumplirás mis mandamientos.
Pero el
secreto para superar el simple cumplimiento, típico de la persona insincera,
está en la Ley del Amor, infundido en nosotros desde el bautismo. El Espíritu
Santo nos da fuerza para ser testigos del amor divino entre los hombres y para
seguir el estilo de vida de Jesucristo.
El secreto
para que los padres de familia hagan atractivo a sus hijos la obediencia a la
voluntad de Dios está en su amor efectivo a Jesucristo: amarlo en la
oración, en la vida litúrgica, en la piedad popular, en el ejercicio de su
sacerdocio común en los momentos difíciles y de esfuerzo humano, en el amor a
la Iglesia.
Sin este
componente esencial de la educación en la fe de los hijos podemos presentar un
cristianismo rígido o difícil de cumplir, pero en realidad nos hace falta la
pedagogía y la fuerza del amor divino. Por esto urge una educación en el amor cristiano
o ágape.
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