MONICION AMBIENTAL
La Ascensión de Jesucristo a los cielos es
para nosotros una liturgia de alabanza al Dios verdadero, que ha enaltecido en
su Hijo único nuestra naturaleza humana de un modo grandioso. La Iglesia desde
entonces continúa la misión redentora de Jesucristo asistida por la fuerza del
Espíritu Santo. La Iglesia enseña, santifica y gobierna a todos los hombres que
acogen por la fe esta acción redentora de Dios en Jesucristo.
ORACION COLECTA
Concédenos, Dios
todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza,
porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos
ha procedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como
miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. San Lucas relata otros aspectos de la
Ascensión del Señor en los Hechos de los Apóstoles que no recoge en su
evangelio, como la pregunta sobre la restauración de Israel y la aparición de
dos ángeles.
Lectura del libro
de los Hechos de los Apóstoles 1,1-11
En mi primer libro
querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el
día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el
Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante
cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían
juntos, les recomendó:
‒“No os alejéis de
Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he
hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados
con Espíritu Santo.
Ellos lo rodearon
preguntándole:
‒“Señor, ¿es ahora
cuando vas a restaurar el reino de Israel?”
Jesús contestó:
‒“No os toca a
vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su
autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza
para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
confines del mundo.”
Dicho esto, lo
vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban
fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de
blanco, que les dijeron:
‒“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El
mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto
marcharse.”
Palabra de
Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 46, 2-3. 6-7 8-9
(R.: 6)
M. El salmista aclama la glorificación del
Señor en su ascensión, el reconocimiento de su poder y de su reinado. Unámonos
diciendo:
R/. Dios asciende
entre aclamaciones; el Señor, al son de
trompetas.
Pueblos todas batid palmas, aclamad a Dios
con gritos de jubilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda
la tierra. R/. Dios asciende entre
aclamaciones; el Señor, al son de
trompetas.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para
Dios, tocad, tocad para nuestro rey, tocad. R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Porque Dios es el rey del mundo; tocad con
maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R/. Dios asciende entre aclamaciones; el
Señor, al son de trompetas.
SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a los Hebreos el apóstol
afirma que Jesucristo entró en el mismo cielo para interceder por todos
nosotros. Esto nos invita a acercarnos a Dios por Cristo con un corazón sincero
y lleno de fe.
Lectura de la
carta a los Hebreos 9,24-28; 10,19-23
Cristo ha entrado
no en un santuario construido por hombres ‒imagen del auténtico‒, sino en el mismo
cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece
a sí mismo muchas veces ‒como el sumo sacerdote, que entraba en el
santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría
que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo‒. De hecho, él se
ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado
con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el
destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte el juicio.
De la misma
manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
La segunda vez
aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para
salvarlos.
Hermanos, teniendo
entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el
camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina,
o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero y lleno de fe, con el corazón purificado de
mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que
profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
Palabra de Dios
M. San Lucas relata el momento del envío
misionero de la Iglesia, apoyado en la fuerza del Espíritu Santo, como antesala
de la Ascensión de Jesucristo a los cielos
ACLAMACION ANTES
DEL EVANGELIO
Aleluya Mt 28, 19.
20
Id y haced
discípulos de todos los pueblos ‒dice el Señor‒; Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo.
EVANGELIO
+Conclusión del santo evangelio
según san Lucas 24,46-53
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos:
‒“Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en
su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los
pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois
testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos
en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.”
Después los sacó
hacia Betania y, levantando las manos los bendijo.
Y mientras los
bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a
Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Pongamos,
hermanos, nuestra mirada en Jesús, nuestro gran sacerdote, que ha atravesado el
cielo para interceder por nosotros, y pidámosle por las necesidades de todos
los hombres, diciendo: R/ Rey vencedor, escúchanos.
·
Para que Cristo,
desde el trono de su gloria, venga en ayuda de su Iglesia, que lucha en medio
de las dificultades del mundo, y no permita que sus fieles se dejen cautivar
por los bienes de la tierra, roguemos al Señor.
·
Para que Jesús,
el Señor, que prometió que, al ser elevado sobre la tierra, atraería a todos
hacia sí, revele su nombre a los hombres que aún no lo conocen, roguemos al
Señor.
·
Para que el
Señor, elevado al cielo, nos envíe el Espíritu Santo, para que nos enseñe a
amar los bienes de arriba y a no dejarnos cautivar por las cosas de la tierra,
roguemos al Señor.
Dios, Padre todopoderoso, que has resucitado a
Cristo, tu Hijo, y lo has hecho Señor del universo, reconoce la voz de tu amado
en las oraciones de la Iglesia y concédenos lo que, con fe, te hemos pedido.
Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos
de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Te presentamos, Señor, nuestro sacrificio para
celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo; que la participación en este
misterio eleve nuestro espíritu a los bienes del cielo. Por Jesucristo nuestro
Señor.
Antífona de comunión Mt 28,20
Sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya
Oración después de la Comunión
Dios
todopoderoso y eterno que, mientras vivimos aún en la tierra, nos das parte en
los bienes del cielo, haz que deseemos vivamente estar junto a Cristo, en quien
nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que
participa de tu misma gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.
CITAS DEL CEC SUGERIDAS
CEC 659-672, 697, 792, 965, 2795: la Ascensión
659 "Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles,
fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (MC 16,19).
El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como
lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces
su cuerpo disfruta para siempre (cf. LC 24,31 JN 20,19 JN 20,26). Pero
durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus
discípulos (cf. Ac 10,41) y les instruye sobre el Reino (cf. Ac 1,3),
su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc
16,12 LC 24,15 JN 20,14-15 JN 21,4). La última aparición de Jesús termina
con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por
la nube (cf. Ac 1,9 cf. también LC 9,34-35 EX 13,22) y por el
cielo (cf. Lc 24,51) donde él se sienta para siempre a la derecha de
Dios (cf. Mc 16,19 AC 2,33 AC 7,56 cf. también PS 110,1). Sólo de
manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un
abortivo" (1CO 15,8) en una última aparición que constituye a éste
en apóstol (cf. 1CO 9,1 GA 1,16).
660 El carácter velado de la
gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras
misteriosas a María Magdalena: "Todavía no he subido al Padre. Vete donde
los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios"
(JN 20,17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria
de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El
acontecimiento a la vez histórico y transcendente de la Ascensión marca la
transición de una a otra.
661 Esta última etapa
permanece estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada desde el cielo
realizada en la Encarnación. Solo el que "salió del Padre" puede
"volver al Padre": Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha
subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre" (JN
3,13 cf, EP 4,8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no
tiene acceso a la "Casa del Padre" (JN 14,2), a la vida y a la
felicidad de Dios. Solo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha
querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su
Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (MR,
Prefacio de la Ascensión).
662 "Cuando yo sea
levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(JN 12,32). La
elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo.
Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no
"penetró en un Santuario hecho por mano de hombre, ... sino en el mismo
cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor
nuestro" (HE 9,24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su
sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se
llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(HE
7,25). Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(HE 9,11),
es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los
cielos (cf. AP 4,6-11).
663 Cristo, desde entonces, está
sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del Padre entendemos la
gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes
de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado
corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada"
(San Juan Damasceno, f.o. 4, 2; PG 94, 1104C).
664 Sentarse a la derecha del Padre significa la
inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel
respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio
eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (DA 7,14).
A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del
"Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
HERMENÉUTICA DE LA
FE
Vínculo literario
de las lecturas
Hch 1,8-11
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Hb 9,24.27-28
|
Lc 24,50-53
|
Cuando
el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del
mundo.” Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de
la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron
dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: ‒“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?
El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis
visto marcharse.”
|
Cristo ha
entrado no en un santuario construido por hombres ‒imagen del auténtico‒,
sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros…
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez
para quitar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al
pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
|
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos
los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo
hacia el cielo.
Ellos
se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban
siempre en el templo bendiciendo a Dios.
|
El libro de los Hechos empalma la promesa
inminente del Envío del Espíritu Santo para la Misión evangelizadora de la
Iglesia en todo el mundo con el momento de la Ascensión del Señor, añadiendo
además del levantarse del Señor y de su bendición simultánea del relato de
Lucas en su evangelio, el quedarse viéndolo por parte de sus discípulos y la
aparición de dos ángeles que les anuncian su Parusía. La Carta a los Hebreos
habla de la Parusía pero sin relación al pecado que va entre la Pascua del
Señor y su segunda Venida Gloriosa. Lc 24,52s narra el retorno de los
discípulos a Jerusalén, con gran alegría, y permanecían en el Templo
bendiciendo a Dios.
Evangelio
La Promesa del Padre es la Promesa que hizo
Jesús de enviar su Espíritu, el ser-Amor, el ser Don. Esta promesa debía ser
esperada en Jerusalén donde culminó la economía del Antiguo Testamento y
comienza la nueva y definitiva Alianza de Dios con su Iglesia, testigo de la
presencia viva y eficaz de Jesucristo en la historia. “Jerusalén ha sido
elegida por Cristo mismo (cf. Lc 9,51;13,33) como el lugar del
cumplimiento de su misión mesiánica; lugar de su muerte y resurrección…, lugar
de la redención. Con la pascua de Jerusalén, el “tiempo de Cristo” se
prolonga en el “tiempo de la Iglesia”: el momento decisivo será el día
de Pentecostés... Este “comienzo” acontecerá bajo la acción del Espíritu
Santo que, en el inicio de la Iglesia, como Espíritu Creador (“Veni, Creator
Spiritus”), prolonga la obra llevada a cabo en el momento de la primera
creación” (San Juan Pablo II).
Análogamente al momento de la Ascensión en
nuestro tiempo se requiere discernir, bajo el Espíritu Santo, esa presencia de
Dios, “para los cristianos, ciudadanos del mundo, permanecer en Jerusalén no
puede significar más que permanecer en la Iglesia, la "ciudad de
Dios", donde a través de los sacramentos recibe "la unción" del
Espíritu Santo” (Benedicto XVI). Del mismo modo, la Iglesia evangelizadora
“para llevar el primer anuncio de Cristo y para volver a llevarlo allí donde
está descuidado u olvidado, la Iglesia tiene necesidad de un especial
"poder desde lo alto" (cf. Lc 24,49 Ac 1,8), don ciertamente
del Espíritu del Señor” (RC 29).
El Espíritu Santo actúa con el poder de
penetración del Amor, como el primer Don increado y eterno, es el “Don
subsistente en la misma vida íntima de Dios” (San Juan Pablo II). El
Espíritu de Dios “al estar en el origen de todos los demás dones concedidos a
las creaturas, el Espíritu Santo, Amor-Persona, Don increado, es como una
fuente (fons vivus), de la que deriva todo en la creación; es como un
fuego de amor (ignis caritas), que lanza destellos de realidad y de
bondad a todas las cosas (dona creata). Se trata del don de la
existencia concedida, mediante el acto de la creación y de la gracia, a los
ángeles y a los hombres en la economía de la salvación” (San Juan Pablo II).
Este envío evangelizador que hace el Señor
antes de la Ascensión sigue realizándose en la comunión misionera de la
familia, “la naturaleza misionera de la Iglesia hunde sus raíces en este icono
de los orígenes. Lleva impresos sus rasgos y vuelve a proponer su espíritu.
Vuelve a proponerlo comenzando por la experiencia de la alegría, que el
Señor Jesús prometió a cuantos lo aman… Si nuestra fe en el Señor resucitado es
viva, nuestro corazón no puede menos de colmarse de alegría, y la misión se
configura como un "rebosar" de alegría” (San Juan Pablo II). Los
Apóstoles “estaban embargados de una gran alegría, porque después del triunfo
de la resurrección, habían visto a su Dios y Señor penetrar en los cielos” (San
Beda).
El actuar divino de Jesucristo en comunión
con el Espíritu Santo testimoniado por su Iglesia es lo que constituye la
Tradición de la Iglesia. El Espíritu Santo da el poder de enseñar, gobernar y
santificar a los pastores y realiza la comunión de los fieles con la jerarquía.
“Esta permanente actualización de la presencia activa de nuestro Señor
Jesucristo en su pueblo, obrada por el Espíritu Santo y expresada en la Iglesia
a través del ministerio apostólico y la comunión fraterna, es lo que en sentido
teológico se entiende con el término Tradición” (Benedicto XVI).
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